Realizando indagaciones sobre el
tema del doble, he decidido leer “La invención de Morel” de Adolfo Bioy
Casares. Y me he encontrado con la sorpresa de que también puede valer en cuanto a los
miedos infundados.
Tras la llegada del protagonista
del libro a la isla desierta y sus intentos por sobrevivir, cuando parece que
lo tiene todo bajo control para subsistir y pasar desapercibido a las fuerzas
de la autoridad que le persiguen para que pague un crimen (que por otra parte no se menciona en
el libro), la isla es visitada por un grupo de personas de las que el
protagonista se esconde constantemente. Su enamoramiento de una de las
visitantes hace que se acerque a ellos más de lo recomendable dada su situación,
pero él tarda en darse cuenta de que esto no ha de preocuparle.
Los miedos que refleja en su
diario el fugitivo son comprensibles en un principio, dado que huye de la
justicia, pero al ver que en distintos momentos los turistas no interactúan
para bien ni para mal con él, hacen que sus miedos se conviertan en paranoia y
se obsesione con ser invisible para el resto.
La pasividad de Faustine (su
amada) con respecto a los intentos de cortejo por su parte es para él la prueba
del rechazo de la mujer. Pero la actitud de ella, cosa que el protagonista no sabe, se debe al efecto del invento
de Morel.
Todos los visitantes de la isla
son una proyección de una antigua grabación (exposición clara del tema del
doble) que realizó el inventor tiempo atrás en la misma isla. Las imágenes se
superponen a la realidad, en el caso de los seres vegetales e inertes de la
isla. Incluso sol y luna aparecen por duplicado, calentando y alumbrando más de lo normal y causando asombro en el polizón.
El protagonista anota en su
diario cada una de sus impresiones, incluida la visión de este último fenómeno,
tratada como un acto casi sobrenatural que como tal queda reflejado en el escrito.
La perpetuidad y la eternidad son
motivos a tratar en esta novela de 1940. Precisamente el invento de Morel
persigue la inmortalidad de los amigos con los que viaja a la isla. Lo que
Morel no sabe el lector si sabe es que su invento los matará a todos. En el momento en
que las máquinas graban cualquier objeto que se pone delante de ellos, la
degradación progresiva de éstos, hasta la muerte, es algo irreversible. Pero,
las imágenes siempre perdurarán.
Si contamos con la posibilidad de
que Morel contemple el fatal desenlace a
consecuencia de su invento, como lo evidencian frases de la novela tales como
“lo olvidaremos” o “esta isla será nuestro paraíso personal”, estamos ante una
tentativa de asesinato con el objetivo de guardar para la eternidad los mejores
momentos del grupo de amigos. Incluida la convivencia de Morel con Faustine
que, de este modo, quedaría perpetuada a pesar de las evidentes reticencias de
ella para con él. En este caso, por muy novedoso que sea el invento, no deja de
ser una obsesión enfermiza el hecho de que todo se perpetúe en el tiempo tal y
como Morel quiere. Es incluso criminal.
En cambio para el fugitivo, el
hecho de que Faustine quede grabada es la posibilidad de prolongar su visión.
Pero cuando descubre que lo que se graba acaba por morir de manera próxima, el
desasosiego lo invade y opta por el
suicidio usando como matarife el invento. De este modo quedará para la
eternidad al lado de Faustine, interactuando aunque sea de una manera artificial,
pero así parecerá a los que lo vean en el futuro que la mujer lo correspondía
al adecuarse los movimientos de él a los pregrabados de ella.
Antes, había tratado el suicidio
de una manera optimista y otra pesimista dependiendo de su estado de ánimo. Se
desesperaba por encontrar un modo para salir de la isla ante la pérdida del
bote con el que llegó, pero también buscaba modos de acabar con su vida
pensando en la subida de las mareas que podían sorprenderle mientras dormía.
Es, no obstante, la angustia por no poder alcanzar a Faustine en la realidad,
dado que está muerta como el resto de los seres filmados, lo que le empuja a
terminar con su existencia haciendo uso de las máquinas filmadoras. Experimenta
con su mano, que se degrada poco a poco. Y termina por exponerse por completo a
los aparatos.
Lo único que el invento no puede
reproducir son los sentimientos que abordaban a las personas en el momento de
su grabación. Esto es lo que las aleja de una visión completa del doble,
quedando las proyecciones de los objetos como meros reflejos en un espejo, que
en este caso se torna la isla entera.
Embarcarse en la aventura de "Morel" es poner a prueba la imaginación e intentar razonar sobre ella y el efecto que causa en nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario