miércoles, 6 de febrero de 2013

El relato de ficción que Borges calificó de "perfecto".


Realizando indagaciones sobre el tema del doble, he decidido leer “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares. Y me he encontrado con la sorpresa de que también puede valer en cuanto a los miedos infundados.
Tras la llegada del protagonista del libro a la isla desierta y sus intentos por sobrevivir, cuando parece que lo tiene todo bajo control para subsistir y pasar desapercibido a las fuerzas de la autoridad que le persiguen para que pague un crimen (que por otra parte no se menciona en el libro), la isla es visitada por un grupo de personas de las que el protagonista se esconde constantemente. Su enamoramiento de una de las visitantes hace que se acerque a ellos más de lo recomendable dada su situación, pero él tarda en darse cuenta de que esto no ha de preocuparle.
Los miedos que refleja en su diario el fugitivo son comprensibles en un principio, dado que huye de la justicia, pero al ver que en distintos momentos los turistas no interactúan para bien ni para mal con él, hacen que sus miedos se conviertan en paranoia y se obsesione con ser invisible para el resto.
La pasividad de Faustine (su amada) con respecto a los intentos de cortejo por su parte es para él la prueba del rechazo de la mujer. Pero la actitud de ella, cosa que el protagonista no sabe, se debe al efecto del invento de Morel.
Todos los visitantes de la isla son una proyección de una antigua grabación (exposición clara del tema del doble) que realizó el inventor tiempo atrás en la misma isla. Las imágenes se superponen a la realidad, en el caso de los seres vegetales e inertes de la isla. Incluso sol y luna aparecen por duplicado, calentando y alumbrando más de lo normal y causando asombro en el polizón.
El protagonista anota en su diario cada una de sus impresiones, incluida la visión de este último fenómeno, tratada como un acto casi sobrenatural que como tal queda reflejado en el escrito.
La perpetuidad y la eternidad son motivos a tratar en esta novela de 1940. Precisamente el invento de Morel persigue la inmortalidad de los amigos con los que viaja a la isla. Lo que Morel no sabe el lector si sabe es que su invento los matará a todos. En el momento en que las máquinas graban cualquier objeto que se pone delante de ellos, la degradación progresiva de éstos, hasta la muerte, es algo irreversible. Pero, las imágenes siempre perdurarán.
Si contamos con la posibilidad de que Morel  contemple el fatal desenlace a consecuencia de su invento, como lo evidencian frases de la novela tales como “lo olvidaremos” o “esta isla será nuestro paraíso personal”, estamos ante una tentativa de asesinato con el objetivo de guardar para la eternidad los mejores momentos del grupo de amigos. Incluida la convivencia de Morel con Faustine que, de este modo, quedaría perpetuada a pesar de las evidentes reticencias de ella para con él. En este caso, por muy novedoso que sea el invento, no deja de ser una obsesión enfermiza el hecho de que todo se perpetúe en el tiempo tal y como Morel quiere. Es incluso criminal.
En cambio para el fugitivo, el hecho de que Faustine quede grabada es la posibilidad de prolongar su visión. Pero cuando descubre que lo que se graba acaba por morir de manera próxima, el desasosiego lo invade y opta por el  suicidio usando como matarife el invento. De este modo quedará para la eternidad al lado de Faustine, interactuando aunque sea de una manera artificial, pero así parecerá a los que lo vean en el futuro que la mujer lo correspondía al adecuarse los movimientos de él a los pregrabados de ella.
Antes, había tratado el suicidio de una manera optimista y otra pesimista dependiendo de su estado de ánimo. Se desesperaba por encontrar un modo para salir de la isla ante la pérdida del bote con el que llegó, pero también buscaba modos de acabar con su vida pensando en la subida de las mareas que podían sorprenderle mientras dormía. Es, no obstante, la angustia por no poder alcanzar a Faustine en la realidad, dado que está muerta como el resto de los seres filmados, lo que le empuja a terminar con su existencia haciendo uso de las máquinas filmadoras. Experimenta con su mano, que se degrada poco a poco. Y termina por exponerse por completo a los aparatos.
Lo único que el invento no puede reproducir son los sentimientos que abordaban a las personas en el momento de su grabación. Esto es lo que las aleja de una visión completa del doble, quedando las proyecciones de los objetos como meros reflejos en un espejo, que en este caso se torna la isla entera. 

Embarcarse en la aventura de "Morel" es poner a prueba la imaginación e intentar razonar sobre ella y el efecto que causa en nosotros. 


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