lunes, 11 de febrero de 2013

La nueva ficción espacial de Stanislaw Lem.


 Criados por la habitual literatura de ficción espacial, al leer “Solaris” todos los esquemas se nos vienen abajo. La búsqueda de vida en otros planetas no es como la hemos imaginado hasta ahora, sino que nos encontramos ante nada, aparentemente. Pero esa nada es a la vez ese todo. Y el todo es el océano del planeta Solaris.
Su capacidad de asombrar es tan grande que ni siquiera los investigadores han sido capaces de ponerle un nombre para clarificar las teorías en torno a él. O mejor dicho a Él, porque el gran mar es tratado como un dios. Un dios que queda fuera del alcance de los tripulantes de la estación, del que no se puede explicar nada con claridad. Pero la claridad de pensamiento es difícil en Solaris precisamente debido al planeta en sí. El océano se inserta en las mentes de los científicos (Sartorius, Snaut y Kelvin) que habitan en la base ubicada en el planeta. Hace que de sus más profundos pensamientos y recuerdos, nazcan unas criaturas materiales que se presentan ante ellos como seres humanos aparentemente normales. Pero inmortales como podrán ir comprobando a lo largo del tiempo.
La convivencia con estas criaturas (réplicas, si se quiere) no es tarea fácil. En realidad éstas actúan de acuerdo a los procesos mentales que se llevan a cabo en las mentes de sus “dueños”. En el caso del protagonista, Kris Kelvin, trae a la vida en Solaris a Harey, su difunta esposa. Él sabe que aquello no es lógico, pero actúa ante ella como si nada le hubiera ocurrido. A la vez, se despiertan en él el miedo y la vergüenza al sentirse culpable de su muerte.
El resto de los personajes tiene su propia guerra con sus visitantes. Ninguno de los otros dos quiere que Kelvin los vea, pero Kelvin sí que sale a hablar con ellos acompañado por Harey. Es como si quisiera creer que Harey sigue viva, a pesar de una primera intención de deshacerse de ella, tras la que la figura volvió a visitarle.
Es interesante ver los procesos mentales tanto de Kelvin como los de Harey en el final del libro. Los de Kris, aunque tamizados por la locura que el mar le ha impuesto, están caracterizados por una gran lucidez, incluso si tenemos en cuenta el final del libro y su inmolación. Los de Harey, a pesar de su condición “fantasmal” y de dependencia, también, calibrando de igual modo su terror y decidiendo su final. En cambio Snaut y Sartorius han perdido la razón. No se dedican a investigar Solaris, sino que han quedado anulados y recluidos en sus camarotes a causa de las inesperadas visitas.




El océano también crea en su superficie formas más o menos orgánicas, incluso miméticas, con la información que obtiene tanto de las mentes de los que han visitado el planeta (la solarística lleva muchos años en proceso) como de los objetos que caen en él. Es como si el mar, elemento pensante del planeta, intentara asimilar de alguna manera los conocimientos de los que le visitan, a la vez que éstos no comprenden lo que en él se lleva a cabo. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

El relato de ficción que Borges calificó de "perfecto".


Realizando indagaciones sobre el tema del doble, he decidido leer “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares. Y me he encontrado con la sorpresa de que también puede valer en cuanto a los miedos infundados.
Tras la llegada del protagonista del libro a la isla desierta y sus intentos por sobrevivir, cuando parece que lo tiene todo bajo control para subsistir y pasar desapercibido a las fuerzas de la autoridad que le persiguen para que pague un crimen (que por otra parte no se menciona en el libro), la isla es visitada por un grupo de personas de las que el protagonista se esconde constantemente. Su enamoramiento de una de las visitantes hace que se acerque a ellos más de lo recomendable dada su situación, pero él tarda en darse cuenta de que esto no ha de preocuparle.
Los miedos que refleja en su diario el fugitivo son comprensibles en un principio, dado que huye de la justicia, pero al ver que en distintos momentos los turistas no interactúan para bien ni para mal con él, hacen que sus miedos se conviertan en paranoia y se obsesione con ser invisible para el resto.
La pasividad de Faustine (su amada) con respecto a los intentos de cortejo por su parte es para él la prueba del rechazo de la mujer. Pero la actitud de ella, cosa que el protagonista no sabe, se debe al efecto del invento de Morel.
Todos los visitantes de la isla son una proyección de una antigua grabación (exposición clara del tema del doble) que realizó el inventor tiempo atrás en la misma isla. Las imágenes se superponen a la realidad, en el caso de los seres vegetales e inertes de la isla. Incluso sol y luna aparecen por duplicado, calentando y alumbrando más de lo normal y causando asombro en el polizón.
El protagonista anota en su diario cada una de sus impresiones, incluida la visión de este último fenómeno, tratada como un acto casi sobrenatural que como tal queda reflejado en el escrito.
La perpetuidad y la eternidad son motivos a tratar en esta novela de 1940. Precisamente el invento de Morel persigue la inmortalidad de los amigos con los que viaja a la isla. Lo que Morel no sabe el lector si sabe es que su invento los matará a todos. En el momento en que las máquinas graban cualquier objeto que se pone delante de ellos, la degradación progresiva de éstos, hasta la muerte, es algo irreversible. Pero, las imágenes siempre perdurarán.
Si contamos con la posibilidad de que Morel  contemple el fatal desenlace a consecuencia de su invento, como lo evidencian frases de la novela tales como “lo olvidaremos” o “esta isla será nuestro paraíso personal”, estamos ante una tentativa de asesinato con el objetivo de guardar para la eternidad los mejores momentos del grupo de amigos. Incluida la convivencia de Morel con Faustine que, de este modo, quedaría perpetuada a pesar de las evidentes reticencias de ella para con él. En este caso, por muy novedoso que sea el invento, no deja de ser una obsesión enfermiza el hecho de que todo se perpetúe en el tiempo tal y como Morel quiere. Es incluso criminal.
En cambio para el fugitivo, el hecho de que Faustine quede grabada es la posibilidad de prolongar su visión. Pero cuando descubre que lo que se graba acaba por morir de manera próxima, el desasosiego lo invade y opta por el  suicidio usando como matarife el invento. De este modo quedará para la eternidad al lado de Faustine, interactuando aunque sea de una manera artificial, pero así parecerá a los que lo vean en el futuro que la mujer lo correspondía al adecuarse los movimientos de él a los pregrabados de ella.
Antes, había tratado el suicidio de una manera optimista y otra pesimista dependiendo de su estado de ánimo. Se desesperaba por encontrar un modo para salir de la isla ante la pérdida del bote con el que llegó, pero también buscaba modos de acabar con su vida pensando en la subida de las mareas que podían sorprenderle mientras dormía. Es, no obstante, la angustia por no poder alcanzar a Faustine en la realidad, dado que está muerta como el resto de los seres filmados, lo que le empuja a terminar con su existencia haciendo uso de las máquinas filmadoras. Experimenta con su mano, que se degrada poco a poco. Y termina por exponerse por completo a los aparatos.
Lo único que el invento no puede reproducir son los sentimientos que abordaban a las personas en el momento de su grabación. Esto es lo que las aleja de una visión completa del doble, quedando las proyecciones de los objetos como meros reflejos en un espejo, que en este caso se torna la isla entera. 

Embarcarse en la aventura de "Morel" es poner a prueba la imaginación e intentar razonar sobre ella y el efecto que causa en nosotros.